HISTORIA CIUDAD DE LA LAGUNA
La estructura de las ciudades tienen causas físicas y, al mismo tiempo, históricas.
Las condiciones naturales de su situación y de su emplazamiento original: relieve,
agua, suelos y, en especial, el clima, no deben subestiamarse en la explicación
de aquélla. Los contornos del plano y el trazado de sus callles dan cuenta, por
otra parte, del uso social y de la organización del espacio urbano y de su historia.
El plano tiene una gran inercia en cuanto es tributario del emplazamiento, además
de por razones económicas, debido al elevado coste que exige su transformación.
Salvo contadas exepciones, los perfiles longitudinales y transversales de las calles
permanecen inalterados durante siglos, incluso milenios. Los cambios en la propiedad
privada del suelo participa, aunque en menor grado que el plano, de esa inercia
porque las reorganizaciones parcelarias son más fáciles de hacer, por segregacón
de solares.
Los edificios constituyen el elemento esencial del paisaje urbano y su vida puede
ser muy corta, de varios decenios, o durar siglos; la evolución de su estructura
corre pareja a la de sus contenidos y funciones. En otras palabras, su naturaleza
y sus caracteres están en estrecha relación con su uso. Si reúnen un mínimo de cualidades
para el uso al que se desea aplicar, son cada vez más los edificios que se restauran
y de ese modo prolongan su vida. En que esto suceda, el terciario público puede
desempeñar un papel decisivo.
Todas estas cuestiones están, explícita o implícitamente, contenidas en lo que sigue.
El casco histórico de La Laguna coincide en sus límites con el espacio de la ciudad
urbanizado
entre 1497, en que fueron designados los seis regidores y los dos jurados
que compusieron el primer ayuntamiento, y en que ya los documentos se refieren a
la villa de San Cristóbal, y 1588, fecha aproximadad del plano de Leornado Torriani,
primero en mostrar la planta y aspecto de La Laguna.
En 1947 tiene lugar una provisional fundación y un asentamiento inicial sobre una
lometa, cerca del borde de la laguna, más bien el humedal, que se extendía hacía
el noroeste del llano. En ese primer emplazamiento, conocido luego con Villa de
Arriba, se levantó un grupo de viviendas, apenas unas pocas casas pajizas, agrupadas
en manzanas irregulares y pequeñas, separadas por calles estrechas y cortas de las
que aún queda traza.
En 1500, cuando ya se habían marcado las dehesas, señalado las tierras de propios
y reservado suelo para los conventos, se produce la segunda fundación. Comienza
a cobrar entidad la Villa de Abajo, en oposición a la de Arriba, que en 1515, quizá
antes, se conoce como <<villa vieja>>. Desde 1498 las disposiciones
del Cabildo manifiestan un gran interés en aumentar el número de pobladores de la
ciudad, al tiempo que prohibían edificar en la Villa de Arriba. Así, por ejemplo,
que nadie pueda hazer pez en los montes sin antes haber hecho casa en La Laguna
... que todos los vecinos desta ysla vengan e hagan casa aquí en la Vylla de Arriba
ni hagan cosas en las que tienen fechas ... y las casas que ovieren de hazer que
las hagan desdel l'espital de Santespíritus hacia el logar de Abaxo.
Los criterios aplicados para trazar las calles y el celo del Cabildo para hacer
que se cumpliesen sus acuerdos en lo relativo a la forma de levantar los edificios,
dieron lugar a un plano de planta regular. Resultó de una decisión deliberada y
tanto su trazado como su desarrollo estuvieron desde el comienzo dirigidos por el
Cabildo, único responsable con amplios poderes. Puso cuidado para que las casas
fuesen anibeladas que hagan calle igual ... de manera que la calle vaia derecha
sin hazer entrada ni salida .. e que si alguno se oviere entrado en la calle que
ge lo fagan derribar por manera que las dichas calles sean derechas ... Además,
obligó a los vecinos a recibir previamente al alarife y a cubrir las casas de teja:
Mandaron que ninguna persona sea osada de hacer ningún edificio de casas ni otro
en esta villa sin que primero sea visto por el alarife ... para que les marque y
mida las tablas, edificios y todo aquello que conviene... Otrosí que todas lasa
casas que se ubieren de hazer en sta ciudad, sean cubiertas de teja.
El germen de la Villa de Abajo lo constituyen la plaza del Adelantado, donde levanta
su casa Alonso Fernández de Lugo, y las calles aledañas, en las que establecen residencia
los personajes principales. Entre 1500 y 1506 debieron ocuparse los solares de los
tramos más próximos a la plaza de las Calles Quintera, Santo Domingo, Consistorio
y Carrera. Los repartimientos de 1506 a 1513 aumentaron la población de la ciudad,
que ya en 1514 llegaba a 313 vecinos, y probablemente se había establecido el enlace
entre la Villa de Arriba y la Villa de Abajo. En 1552 había en La Laguna unos 5.400
habitantes, número que mantendrá hasta finales de siglo. Por consiguiente, tendría
ya el aspecto que cincuenta años después representará el ingeniero L. Torriani en
su plano de 1588.
En el amplio llano de Aguere la expansión de la ciudad no encontraba más obstáculo
que el barranco de Gonzaliánez o de la Carnicería, que fija el límite del espacio
urbanizado hacia el este, y la laguna. De su orilla tomaron los habitantes el agua
en el emplazamiento de la primera fundación. Luego, tan pronto como la ciudad comenzó
a crecer desde la plaza del Adelantado, fue preciso perforar pozos que alcanzaban
a pocos metros un freático muy superficial y canalizar las aguas desde las estribaciones
de Anaga.
La relativa frecuencia de días lluviosos, unos setenta al año, de los que el 75
por 100 se concentran en los meses de octubre a marzo, y una precipitación media
anual de 580 l/m2 garantizaban los cultivos de
secano, en condiciones de temperaturas medias mensuales que oscilan entre
27,7
º C de máxima en agosto y 8,8º C de mínima
en febrero y una media anual de humedad relativa que no baja del 80 por 100.
Por otra parte, las coladas del algunos de los conos originados en las fases efusivas
de actividad eruptiva del pleistoceno, situados entre el macizo de Anaga y la dorsal
de Pedro Gil, cerraron los cauces de los cursos de la red hidrográfica que drenaba
las aguas en dirección al mar y dieron origen a una cuenca endorreica sobre la que
se formó la laguna. A raíz de la conquista, las talas a que fue sometida la masa
forestal del monte de Las Mercedes, cuya madera se destinaba a leña de fuego y carbón,
exacerbaron los procesos erosivos y, en consecuencia, acentuaron la sedimentación,
elevando el fondo de la laguna. Desde finales del siglo XVI tiene poco fondo y durante
el verano a menudo se seca completamente; mediado el XVIII se forma de las aguas
que caen de las montañas por el hyvierno y en 1799 era sólo un pantano. Acabó por
desaparecer antes de 1850 cuando, al parecer, la Comandancia de Ingenieros le dio
desagüe y elevó su fondo.
Así, pues, clima fresco y húmedo, suelos de excelentes condiciones edáficas y una
zona llana que facilita las tareas agrícolas y sin mayores accidentes topográficos
que pudieran obstaculizar el crecimiento de la ciudad. La vega de Aguere, dehesa
común y tránsito de los rebaños en época prehispánica, es un elemento simbólico
de la ciudad, como la laguna, que se incorpora a su nombre en fecha no precisa pero
sin duda pocos años después de su fundación.
Otros factores favorables son de situación, pero, como los de emplazamiento, se
consideran a posteriori. Nada se dice de ellos en las crónicas, así que no sabemos
fehacientemente las razones que indujeron a Alonso Fernández de Lugo a establecer
la que iba a ser su residencia y capital de Tenerife donde lo hizo. Con esta precaución,
y a salvaguarda del simple determinismo, se pueden señalar dos ventajas. Una, la
moderada altitud del llano, 550 metros sobre el nivel del mar, lo convertía en el
paso más fácil entre una u otra vertiente de la isla y, por tanto, en paso casi
obligado; cuestión importante porque sin haber concluido el sometimiento de los
aborígenes de los menceyatos del barlovento, desde esa posición se aseguraban las
comunicaciones con el embarcadero de Añaza y con Gran Canaria, de un lado; y, por
otro, con las tierras del norte que, además, una vez terminada la conquista de la
isla, se convertirán en la zona agrícola de mayor riqueza de Tenerife. Dos, la posición
de atalaya y la relativa lejanía al mar eran un importante factor de seguridad,
de manera que la ciudad no necesitó construcciones defensivas y, a este respecto,
las preocupaciones del Cabildo se limitaron desde el principio a fortificar el puerto.
Los asaltos y ataques de piratas a las islas fueron frecuentes entre los siglos
XV al XVIII en razón de su posición geográfica y de escala obligada, sobre todo
en el siglo XVI entre Europa y las Indias y al hecho de coincidir la conquista del
Archipiélago con el momento álgido de la piratería atlántica.
Casi dos siglos después, en 1779, La Laguna tenía, aproximadamente, el mismo perímetro
urbanizado. Las modificaciones en el plano se reducían a la apertura de las calles
de León Huerta, señalada sólo hasta la mitad de la manzana a finales del siglo XVI,
y de Juana Blanca, además del cierre de la que unía la Carrera con Bencomo por detrás
de la catedral al haberse ocupado por la capilla mayor en la reforma que amplió
el templo en 1552. En la Villa de Arriba tampoco se aprecian cambios significativos.
La ampliación más notable del plano se produce hacia el sur, entre las iglesias
de san Juan y san Cristóbal, donde se dibujan siete pequeñas manzanas en las que
a principios del siglo XIX sólo se cuenta con veintena de casas edificadas.
Todavía en los primeros años del siglo XVIII La Laguna era el mayor núcleo de población
de Tenerife y sus funciones se ejercían sobre toda la isla, pero a lo largo del
siglo el crecimiento demográfico y espacial de La Laguna se fue reduciendo como
consecuencia del rápido desarrallo de Santa Cruz. Los comerciantes y casas comerciales
que se mantuvieron en la ciudad hasta el siglo XVII pasaron en el siguiente
al puerto, que además del tráfico de mercancías absorbe la función comercial de
la capital. Sumando a su cargo el de intendente de las rentas reales, el capitán
general trasladó su sede a Santa Cruz. A este desplazamiento le suceden en el siglo
siguiente, la Comandancia General, la Auditoría, la Comandancia de Artillería e
Ingenieros, el Juzgado de Indias, la Administración General de Rentas, la Administración
General de Tabacos ... Con las funciones comercial y administrativa mermadas, la
decadencia de La Laguna se hace patente en su morfología urbana. No sólo el testimonio
de los viajeros de la época, sino la propia documentación municipal expresan el
estado general de la ciudad. Las casas cerradas se arruinan con rapidez y otras,
en buen estado, se desguazan para vender sus materiales algunos de los cuales, como
las tejas, escasean en la isla: las calles principales se hallan redusidas a huerta
de tapa los zitios de aquellas havitaciones antiguas que la decidia y la pobreza
de sus Dueños dexaron caer o hicieron derribar ... y de aquí vanaver que antes de
quarenta años quedará este hermoso Pueblo sin otros havitadores que los hacendados
y que gozan de casas propias porque no habrá donde vivan los vezinos que carecen
deste beneficio; ... porque en esta ciudad existen numerosos solares en que nadie
intenta construcciones por la lamentable decadencia en que hoy se encuentra esta
población.
Los conventos de las órdenes religiosas establecidas en la ciudad, donde prosperaron
bajo el favor del cabildo y gracias a donaciones y patronazgos, confirieron a La
Laguna, desde el siglo XVI, carácter de centro religioso de la isla. Los franciscanos
se establecieron en 1498, los agustinos recibieron data del Adelantado en 1504, los
dominicos se asentaron en 1527 y las clarisas de la Orden de San Francisco
en 1547. Más tarde fueron las dominicas de Santa Catalina, en 1605, y la Compañía
de Jesús en 1732. En 1768, entre clero secular y regular, monjas, seminaristas y
asistentes al clero se alcanzó la cifra de 464 personas que llenaron la ciudad de
eclesiásticos a los ojos de los viajeros. La creación en 1818 del obispado de Tenerife
ha mantenido esta función urbana heredada del pasado.
También es heredada la función universitaria. Ya en el siglo XVI, los agustinos
y los dominicos crearon cátedras de Gramática latina, Lógica y Filosofía. En el
XVIII, entre 1743 y 1747, funcionaron, bajo la tutela de los agustinos unos
Estudios Generales, establecidos teniendo en cuenta la dificultad que suponía a
los estudiantes el traslado a la península. Hasta su expulsión en 1767, los jesuitas
mantuvieron una cátedra de primeras letras. La Universidad fue creada en 1792 pero
la guera contra Inglaterra y la invasión napoleónica retrasaron su apertura hasta
1817. Entre ese año, en que inauguran cursos de Filosofía, Teología y Derecho, y
1823 la falta de profesores y alumnos y problemas de orden económico llevaron a
su cierre entre 1823 y 1825. Abrió de nuevo sus aulas entre 1834 y 1845 con facultades
de Leyes, Teología y Bachillerato. Suprimida de nuevo, le sucedió el Instituto
Provincial en el que restablecieron el primer curso de Filosofía y Letras y Derecho,
que completó la carrera en 1921, y el preparatorio de Medicina.
La creación definitiva de la Universidad es de 1927, hasta entonces las notas mas
destacadas, además de la precariedad de medios e instalaciones, fueron el marcado
carácter local de su área de influencia y el moderado incremento de la matrícula
que en muy pocos cursos rebasó el centenar de alumnos entre 1817 y 1926; más de
dos terceras partes de los cuales residían en La Laguna destacando además los de
La Orotava y Los Realejos. No obstante todo ello, la Universidad prestigió a la
ciudad y sentón las bases de una función urbana que ha tenido carácter regional
hasta la división del Archipiélago en dos distritos universitarios.
El convento de los agustinos, ocupado tras la exclaustración por el Instituto Provincial,
la iglesia del Hospital de Dolores y las sedes del Obispado y de la Universidad,
confirieron a la calle de San Agustín una fisonomía eclesiástica, conventual y universitaria
que en poco ha cambiado hasta nuestros días.